Mis muy amados hijos, sean vivos testimonios del amor de Dios y fieles defensores de la paz que solo Dios puede dar.

Hagan la paz y no la guerra, siembren esperanza y no la muerte, trabajen por el bien común y abandonen las ansias del poder y del tener. Que todos los pueblos y naciones de la tierra escuchen mi voz que resuena para mover los corazones al arrepentimiento sincero.

Basta ya de tanto egoísmo, basta ya de causar tanto dolor a tantos inocentes, víctimas de la mezquindad y de la indolencia.

Hijos, los invito tal como lo hice en Fátima, recen el Santo Rosario, para que haya paz en el mundo, para que satanás no siembre la cizaña y la división en el corazón de los hombres.

Tomen con mucha seriedad mis palabras, ya basta de caminar enceguecidos e indiferentes ante las cosas que están aconteciendo producto del pecado, reaccionen y oren con el corazón para disipar las tinieblas, no caigan en las redes que el maligno enemigo les tiende para mantenerlos inmóviles.

Vayan a Jesús presente en el Santísimo Sacramento, sean humildes, doblen sus rodillas y supliquen la paz, como un don que viene de Dios.

Hijitos, por gracia de Dios estoy entre ustedes, acompañándolos como María Santuario de Esperanza, tomen mis manos maternales, trabajemos incansablemente por el triunfo de mi Inmaculado Corazón.

Oro por ustedes, oro por la paz en el mundo, oro por la paz en las familias.

Con gran amor reciban mi bendición maternal, amorosa y protectora, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.