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Mensaje de San Miguel Arcángel

Como príncipe y comandante de los Ejércitos Celestiales, Dios me envía para prepararles en la batalla de estos últimos tiempos. He aquí que vengo por voluntad de Dios a fortalecerles y enseñarles todo lo necesario para que puedan dar la buena batalla por el Reino de los Cielos.

El mundo camina en tribulación porque se ha alejado de Dios, así pues hijos de Dios, levanten en alto la Bandera de la Esperanza, tomen los Sacramentales que les ha dado la Santa Madre de Dios, empuñen en sus manos la Santa Cruz de las Gracias, fortalezcan y robustezcan la fe y la oración.

He aquí que el Señor dará varios avisos en el cielo y la tierra, para que aquellos que aún no creen se conviertan, estos avisos son fruto de su amor y misericordia. 

Uno de los más importantes signos será que aparecerá en el cielo una gran Cruz luminosa, que podrá ser vista en todas partes del mundo y podrá ser grabada y trasmitida por distintos medios, la razón de este glorioso signo, es para que la humanidad entera con un corazón humilde y arrepentido, vuelva a Dios y recuerden el alto precio que pagó Nuestro Señor Jesucristo con su sacrificio en la Cruz del Calvario, este signo no podrá ser contradicho y quedará visible por varios días.

Dios dará un gran aviso, que moverá los corazones desde lo más profundo y la humanidad será fuertemente llamada y movida a la conversión.

También se dará la iluminación de las conciencias que consistirá en que cada uno podrá ver el estado de su alma según está delante de los ojos de Dios, esto será muy fuerte y el que no se enmiende ni se arrepienta, después de experimentar tal estado del alma, estará rechazando la misericordia de Dios, entonces deberá pasar por el brazo de su justicia.

La tierra será sumida en oscuridad y deberán entonces encender velas benditas, estas velas deberán ser bendecidas debidamente por un Sacerdote, son las únicas velas que se podrán encender porque las velas que simplemente no estén benditas, nunca podrán encenderlas por más que lo intenten. Las luces benditas son signo de Jesús que es la luz verdadera que disipa las tinieblas.

No deben tener miedo, porque la Santa Madre de Dios les acompañará muy especialmente durante estos acontecimientos y durante la gran tribulación. Todos permanezcan con mucha fe perseverando en la oración y con un corazón humilde y arrepentido descansen confiados en los brazos amorosos y misericordiosos de Dios.

Ya de todo esto se ha hablado en otros tiempos y muchas otras cosas también acontecerán y serán anunciadas en su debido tiempo, pero aún la humanidad no hace caso a los llamados del Cielo y muchas almas se pierden porque se cierran totalmente a la gracia.

Sacerdotes del Señor, faciliten a los fieles los Sacramentales debidamente instituidos por la Santa Iglesia y enseñen sobre su debido y correcto uso, no quiten a los fieles los Sacramentales que la Santa Madre Iglesia ha dado para la salud espiritual y corporal del Santo Pueblo de Dios.

Sacerdotes del Señor, no se cansen de impartir la bendición al Santo Pueblo de Dios, recuerden que como ministros de Dios también están llamados a bendecir, el Cielo no comprende cuando un Ministro de Dios se niega a impartir bendiciones.

Sacerdotes del Señor, vuelvan a la piedad y la reverencia por lo Sagrado, no relajen la Casa de Dios y enseñen correctamente las enseñanzas de Jesús y la Santa Iglesia, no prediquen lo que les parece, prediquen la Santa Doctrina.

Celebren dignamente los Misterios del Señor, celebren la Santa Misa con profunda contemplación del Misterio y prepárense tal como lo enseña la Santa Madre Iglesia antes de Celebrar la Eucaristía.

Que en los Ministros del Señor exista en todo momento fraternidad sacerdotal, no es de Dios la murmuración y la división, así pues no pierdan el tiempo en cosas que no son del Santo Espíritu de Dios.

Ministros del Señor, urge, urge, urge que mantengan siempre su mirada centrada en Cristo y conduzcan a los fieles del Señor por el camino de la Santidad.

Hablen de la conversión de corazón, hablen de la importancia de buscar a Dios en todo momento, promuevan las procesiones y las piedades que por tradición están presentes en la Santa Iglesia.

Obispos del Señor, sean Padres y Pastores de su clero y de sus fieles, no olviden que fueron llamados a ser los primeros en amar y servir.

Obispos del Señor, enseñen a sus Sacerdotes y al Pueblo de Dios a orar con el corazón.

Obispos del Señor, trabajen continuamente en la santificación del Pueblo de Dios, que no exista en ustedes enseñanzas contrarias a la fe.

Regocíjate, levántate y prepárate Pueblo Santo de Dios, porque el Señor viene y bendice a su Pueblo.

Pueblo Santo de Dios, pueblo de la Esperanza, Dios les bendice.

¿Quién como Dios?, ¡nadie como Dios!.