Mensaje de María Santuario de Esperanza
- 29 de Septiembre de 2020
Amadísimos hijos, acá estoy entre ustedes acompañándolos y colmándolos de mi bendición maternal.
Hijitos, fortalezcan sus corazones y reciten con gran fervor el Santo Rosario, hay tanto que deseo darles por medio de esta mística oración.
El Rosario es el medio que Dios, por su infinito amor, ha constituido para mantenernos unidos de corazón a Corazón. Es preciso mis amados, que entiendan que para que tenga lugar el Triunfo definitivo de mi Corazón, deben unirse a mí por medio de estas gloriosas cuentas.
También vengo a decirles que la misión de la Fraternidad Misionera de mi amado Hijo y mía, se extenderá, y cada vez más los corazones serán llamados a vivir esta corriente de gracia que Dios padre ha suscitado en la Santa Iglesia para estos tiempos.
Solo los humildes y pequeños podrán entender el valor y sentido de esta obra, los soberbios, los sabios y los entendidos de este mundo, jamás podrán comprender mi llamado, porque han echado fuera de sus corazones al Santo y Divino Espíritu poniendo por encima el querer humano.
Mi amada Fraternidad, he aquí que caminarán junto a mí, tomando mis manos, mi Corazón será la escuela de santidad que les conducirá a Dios. Deben dar testimonio vivo de la Fe depositada por mi amado Hijo en la Iglesia, están llamados a llevar la alegría del Evangelio no de palabras, sino con el testimonio, para que muchas almas conozcan a Dios y experimenten su amor.
Consuelen y reparen al Sagrado Corazón de mi Hijo y mi Inmaculado Corazón, pues son grandes las ingratitudes y desprecios que recibimos. En la actualidad, alrededor del mundo se están cometiendo los pecados más abominables y atroces, es preciso amada Fraternidad que reparen y pidan perdón por aquellos pecados que tienen lugar en la humanidad y que laceran ferozmente nuestros corazones.
Miren, niños míos, que como en otros tiempos el maligno enemigo se levanta para asediar, perseguir y herir a la Santa Iglesia. Veo con tristeza como hay obispos que se oponen entre sí y faltan continuamente contra el Santo Padre.
Desde hace mucho tiempo, anuncié que el humo de satanás ha pervertido a muchos pastores de alta jerarquía y estos pretenden acabar con la Eucaristía, desaparecer los sacramentos, pisotear la fe y el magisterio, van en contra de las enseñanzas de mi Divino Hijo. Estos hijos míos que me hacen llorar continuamente, quieren insertar en la Santa Iglesia, innumerables abominaciones, implantando cosas contrarias a Dios y a sus leyes.
Estos pastores infieles que confunden al pueblo de Dios, que buscan causar una gran herida a la Iglesia, si no se enmiendan y piden perdón de tan mal proceder, tendrán que perecer ante el tribunal de Dios. Por haber permitido que el mal anide y así pasarse en las filas de los enemigos de mi Hijo, tendrán que responder por las almas que han confundido y perdido.
La Santa Iglesia pasará una gran tribulación pero jamás será derrotada, porque mi Divino Hijo es el dueño y Señor de la Iglesia, el enemigo y sus secuaces jamás podrán vencer a la Santa Iglesia.
Esta tribulación que ya ha iniciado, forjará hermosas virtudes y santidad en mis hijos predilectos y en las almas que permanezcan firmes en la fe. Volverá la piedad y la adhesión perfecta a las enseñanzas de mi Divino Hijo.
La Iglesia está llamada a caminar por las sendas de Jesús y de los apóstoles. La dificultad fortalecerá y ayudará a crecer a la Santa Iglesia, pues brillará con el gran esplendor de la Preciosa Sangre de Jesús, que derramó en la Cruz hasta la última gota por la redención de las almas.
Cuánto me consuela que habrán hijos que darán testimonio de la fe recibida y que se opondrán a la agenda maligna y abominable.
Estén despiertos con sus lámparas encendidas, no se dejen confundir, conozcan la fe y defiéndanla.
Estén atentos a las enseñanzas de los pastores que son fieles y coherentes a las enseñanzas de mi Hijo y al depósito de la fe confiado al magisterio de la Santa Iglesia, déjense guiar y obedezcan.
Los amo mis niños, reciban mi bendición maternal, amorosa y protectora en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.