Amadísimos hijos:

Me llena de gozo venir a visitarlos. Mi Corazón Inmaculado rebosa de alegría. Ustedes son mis hijos, y los llevo dentro de mi manto. Vengo a ustedes trayendo entre mis brazos a la Esperanza misma: Jesús, Nuestro Señor.

El mundo entero necesita volver a las sendas de la esperanza, esa esperanza que solo Dios puede dar y que llena de plenitud a toda la Iglesia. Nunca olviden, pequeños de mi corazón, mantener fija la mirada en Jesús, mi Divino Hijo, para que nunca pierdan el rumbo ni el norte de sus vidas.

Hijos de mi corazón, los amo tanto, los amo profundamente, y me complace acompañarlos en esta, mi advocación como María, Santuario de Esperanza. Vivan el llamado a la santidad con mucha fe y esperanza, y manténganse firmes sobre la Roca, para que puedan resistir y salir victoriosos ante los embates de la vida. Anclen en sus corazones la esperanza cristiana y hagan de esta virtud una contemplación viva y constante.

¡Oh, hijos míos! Abran sus corazones y reciban las gracias que traigo de parte de la Santísima Trinidad para todos ustedes. No se desanimen. ¡Alégrense! Porque Dios ha vencido a la muerte y ha resucitado para darles vida, y vida en abundancia. Alégrense, hijos, y refúgiense en la Fuente de la Vida, porque jamás serán defraudados.

Reciban mi bendición maternal, amorosa y protectora, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.