Mensaje de María Santuario de Esperanza
- 21 de Marzo de 2013
Mis pequeños, busquen a Dios de todo corazón pero búsquenlo con un corazón verdaderamente contrito y humillado, abriendo completamente sus vidas al amor misericordioso de Dios.
¡Oh hijos míos!, en este tiempo se ha olvidado la profundización de la santa y dolorosa Pasión de mi Hijo, misterio de amor para la Salvación de toda la humanidad. Pocas almas se introducen en la meditación del sacrificio de la Cruz, en el amor tan grande de Dios que envió a su único Hijo para salvar lo que se había perdido. Muchos rechazan la Cruz por comodidad, por apego a lo material o por ignorancia. El camino del cristiano es el camino de la Cruz, todo el que quiera seguir a Jesús debe morir a sí mismo, tomar su Cruz y caminar en la vida nueva con Cristo.
Hijitos mediten y profundicen en todo momento dentro del Sagrado Corazón de Jesús, su dolorosa Pasión. Cuando mediten de corazón, no pararán de llorar y de sentirse amados por Dios, aborrecerán al pecado y solo vivirán para agradarle a Dios, porque contemplarán el gran amor que Dios les tiene y por tanto no querrán faltar a ese gran amor. Y en el momento de las flaquezas, podrán ir confiados a la misericordia de Dios que los perdona y los anima a continuar por la senda de la vida virtuosa, el camino de la Cruz donde se forja la vida santa.
Hijos graben en sus corazones la dolorosa pasión de Jesús, sean instrumentos de amor para toda la humanidad. Renueven sus corazones a la luz de la fe, levántense cuando caigan, arrepiéntanse de corazón y busquen de Dios. El camino de la conversión es del día a día. Las virtudes se practican hasta que se conviertan en hábitos en sus vidas.
Hijitos cada día deben morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo. El seguimiento a Jesús implica un cambio profundo de vida, siendo coherentes con el llamado que Dios les ha hecho. Echen fuera de sus corazones toda clase de vicios y empiecen a ejercitar las virtudes para que su fe sea precedida de muy buenas obras. Este es mi llamado maternal para todos mis hijos, para toda la humanidad. Los acompaño siempre.
Les bendigo con mi bendición maternal, amorosa y protectora!, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.