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Cuadro María Santuario de Esperanza

Mensaje de María Santuario de Esperanza

Pequeños hijos, nuevamente estoy con ustedes fortaleciéndoles con mis mensajes maternales, para enseñarles el camino del seguimiento al Señor. De forma muy especial mis niños les hablaré del Sacrificio Redentor de mi Hijo en la Cruz.

Todo el que se dispone a seguir a mi Hijo nunca debe olvidar el Solemne y Santo Sacrificio que Él realizó por la redención de todas las almas, mi Divino Hijo padeció profundamente en su Cuerpo y en su Corazón innumerables sufrimientos, en el Monte de los olivos cuando se retiró a orar al Padre en silencio, experimentó grandes sufrimientos y vio la magnitud de lo que venía sobre Él: los pecados pasados, presentes y futuros de la humanidad.

Allí mi Hijo entre lágrimas y empapado con el sudor de su Sangre, aceptó el cáliz del dolor y abrazó la voluntad del Padre. Desde el inicio de su pasión hasta su muerte experimentó los más dolorosos tormentos, insultos, golpes, burlas, humillaciones, desprecios, el abandono y la traición.

Los latigazos que le propinaron le desgarraron su carne, coronaron su Santísima Cabeza con espinas, y le daban continuas bofetadas en su Sagrado Rostro, le escupían y lo empujaban con violencia. 

Pusieron sobre su espalda una cruz hecha de madera maciza de gran peso, pero esta no pesaba más que todos los pecados de la humanidad que mi Hijo Santísimo cargó sobre sí, este peso era tan fuerte que lo lanzó al suelo tres veces y en el momento de la crucifixión le desnudaron, se repartieron su vestiduras y lo lanzaron sobre la Cruz, le traspasaron con los clavos sus Sagradas Manos y sus Sagrados Pies.

¡Oh hijos!, solo lo que les cuento es un mínimo resumen de todo lo acontecido, contemplen pues todo lo que el Divino Redentor padeció por las generaciones pasadas, presentes y futuras, todos estos padecimientos lo realizó voluntariamente movido por el amor tan grande que les tiene.

Me duele tanto mis pequeños cuando aún hay almas que son enemigas de la Cruz y no valoran tan grande sacrificio de amor. Hoy día se ha olvidado la espiritualidad de la Cruz, ya no se contempla los padecimientos del Señor y su sacrificio en la Cruz ya no se medita como en los primeros tiempos la pasión, muerte y resurrección del Señor.

Hijos contemplen a mi Divino Hijo en la Cruz del Calvario, vean que todos los sufrimientos que padeció son un continuo “te amo” para cada uno de ustedes, no sean indiferentes e indolentes. 

Miren mis pequeños, aún mi Hijo continúa padeciendo la pasión, porque las almas aún están endurecidas y con sus actos pecaminosos le hieren, le ofenden, le golpean, le dan latigazos, le coronan de espinas, le insultan, le crucifican y con gran odio le traspasan continuamente su Sagrado Corazón.

Hay tanto desprecio al Sacrificio Redentor de mi Hijo en algunas almas, esto me duele mucho y lloro continuamente mis niños, mi Inmaculado Corazón no fue nada más traspasado en la Pasión dolorosa del Divino Redentor, hoy de forma constante mi Corazón es traspasado por muchas espadas de las almas ingratas que no valoran la obra de la redención y le dan la espalda a Dios. 

Mi Corazón es traspasado cuando las almas permanecen indiferentes y menosprecian la preciosa Sangre derramada por Jesús y siguen viviendo sumergidas en el pecado, a punto de condenarse eternamente, porque tienen el corazón tan endurecido que no se convierten ni se enmiendan.

Mi Corazón aún continua traspasado al ver como algunos sacerdotes guardan poca reverencia a mi Hijo Sacramentado y ofrecen el Sacrificio del Señor con las manos manchadas por el pecado de forma recurrente. !Ay hijos míos! lloro y lloro mucho, de mis ojos brotan caudalosas lágrimas cuando veo a las almas que van a comulgar sin la debida preparación, cuando comulgan sin reconciliarse antes con Dios en el Sacramento de la Reconciliación, son muchos los sufrimientos que causan los corazones endurecidos por el pecado al Divino Redentor y por ende a Mí.

¡Oh hijos míos! se ha perdido el respeto, la debida reverencia y la contemplación de lo Sagrado, los enemigos del Señor como hordas abominables hacen innumerables cosas para expulsar al Señor y a sus enseñanzas de la Santa Iglesia fundada por Él y cimentada sobre los apóstoles. Satanás esparce continuos errores abominables por doquier, que como fétido veneno busca generar en las almas confusión, blasfemias y perdición.

Los sacerdotes que son fieles a mi Hijo y me aman son perseguidos y silenciados, la fe está siendo combatida y perseguida, muchos cristianos viven y continuarán viviendo el martirio por causa de su fe, la Santa Sede será sacudida, y verán aún más divisiones de sacerdotes contra sacerdotes, de obispos contra obispos y cardenales contra cardenales.

¡Oh hijos míos! las familias son perseguidas y continuarán siendo perseguidas, las ideologías del mal buscan pervertir al corazón y alejar de los Mandamientos de Dios.

Pequeños todas estas cosas hieren al Corazón de mi Hijo, ya ven que aún sigue padeciendo su dolorosa Pasión porque la dureza y frialdad de corazón lleva a los hombres a cometer abominables crímenes, por eso hijos míos, abran el corazón, contemplen la Santa Cruz y pórtenla como un estandarte de esperanza.

Hablen de la Pasión del Señor y expliquen el amor tan grande que Dios tiene por las almas, hablen sobre la importancia de buscar al Señor y de caminar en la vida de gracia, hablen del llamado a la Santidad y oren mucho, frecuenten los sacramentos, lean y mediten las Sagradas Escrituras, instrúyanse en la fe, en los escritos de los Santos Padres y en la vida de los Santos, para que puedan perseverar y no sucumbir ante estas terribles tormentas, los que permanezcan fieles y perseverantes serán un gran bálsamo y consuelo para el Corazón del Divino Redentor.

Hijos dediquen un espacio de tiempo al día para meditar y contemplar la Pasión del Señor ante mi Hijo Crucificado, reparen, desagravien, expíen y consuelen a mi Divino Hijo y oren por aquellos que aun no quieren aceptar el amor del Señor expresado en la Cruz, únanse a mi Corazón y juntos esparzamos sobre las almas la preciosa Sangre de Jesús, Sangre preciosísima que sana, libera y salva.

Los amo tanto mis pequeños hijos, todos y cada uno de ustedes están grabados en mi Inmaculado Corazón.

Les doy mi bendición maternal, amorosa y protectora en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.