Mensaje de María Santuario de Esperanza
- 03 de Agosto de 2016
Querido hijo, deseo hablarte del Triunfo de mi Inmaculado Corazón, aun no conoces el gran poder que Dios le ha concedido a este Corazón Materno que arde constantemente en el amor de Dios con una llama inextinguible.
¡Oh hijo mío!, cuánta piedad deseo de las almas que vienen a descansar a este Corazón humilde y sencillo, el camino a mi Corazón es un camino de humildad y sencillez, en este Corazón se halla la escuela para las almas pequeñas, la escuela del amor a Dios. Yo Madre y Maestra de ustedes les enseño a amar a Dios por quien se vive y a corresponder a su amor que es muy grande y sin límites.
Este amor es refugio seguro en todo momento, en estos tiempos de grandes tormentas las almas deben sumergirse más y continuamente en Dios, es necesario no desmayar ante las tempestades duras que arrecian, todos unidos venceremos esta hora difícil para la humanidad, venceremos al mal a fuerza de bien y mi Corazón triunfará.
Los Ángeles de la Esperanza bajarán del Cielo enarbolando la bandera poderosa y victoriosa de la Esperanza, porque se acercan los tiempos del Triunfo definitivo de mi Corazón.
Ejército mío, vengan con fuerza, valentía y perseverancia, alístense a este gran número de hijos que con sus vidas hechas Evangelio vivientes, conquistaremos muchas almas para Dios, esta victoria gloriosa será grande y poderosa, la luz de Dios iluminará a todo lo que está cubierto por las tinieblas, las conciencias serán iluminadas y la cabeza de la serpiente será arrancada para siempre.
Mira mi Corazón hijo mío, está palpitante de amor por todas las almas, hoy muestro mi Corazón dulce y puro.
Hijo, es preciso perseverar y tener mucho ánimo en la ejecución de la misión de la Fraternidad Misionera que les he encomendado, llevando mi estandarte como María Santuario de Esperanza, advocación que está fuertemente ligada al Triunfo de mi Inmaculado Corazón.
Como ya te he dicho que los he reunido en la escuela de mi Corazón para formarlos en la virtud cristiana, la misión encierra un fuerte llamado a caminar por las sendas de la conversión y con sus vidas evangelizar al mundo que está necesitado de Dios. En esta escuela se aprende desde la oración, recuerden que hay gracias que solo son concedidas desde la oración, por eso deben robustecer sus rodillas vacilantes y orar con el corazón.
Querido hijo, mi Corazón es un refugio seguro para las almas, allí no deben temer porque mi manto maternal les cubre y les protege, este Corazón está revestido de la belleza de Dios, porque Él lo ha querido así, por tanto, soy una continua alabanza a Dios que no cesa y que está constantemente ante su Presencia.
Hijos, este Corazón es un aposento de poderosa intercesión y un arma muy fuerte para combatir y erradicar el mal, es por eso mis pequeños que los invito a adentrarse en Él, porque los tiempos son difíciles, mi Inmaculado Corazón edifica a las almas para que amen y vivan la santidad, es una verdadera escuela de gracia que se abre de par en par para todas las almas.
En sus luchas y grandes ansiedades recurran a esta Madre que los ama y quiere conducirlos al Cielo donde la Santísima Trinidad tiene un lugar especial, reservado para cada uno de sus hijos, en este Corazón encontrarán tesoros muy grandes porque allí quiso Dios depositar su amor y su voluntad. Hijos, mi Corazón arde de amor por todos ustedes, no me cansaré jamás de conducirlos a Jesús que es camino, verdad y vida.
Ese es mi oficio, pequeño: amarlos, educarlos, protegerlos y llevarlos a Dios; por eso correspondiendo a la Voluntad de Dios, vengo a visitarlos trayendo lo que Dios quiere comunicarles.
Mi visita entre ustedes es un tiempo de gracia que Dios ha concedido a todas las almas, vengo a ustedes con mi Hijo entre mis brazos para fortalecerlos, mi buen Jesús Niño extiende sus santas manos para bendecirlos.
¡Amen a Jesús Niño!, Dios hecho hombre que se encarnó en mi vientre virginal, mi Niño inmensamente grande tiene un gran Corazón que palpita de amor por la humanidad, ese Corazón es muy golpeado por la indiferencia de los hombres, ofenden y pisotean el divino amor contenido en el Sagrado Corazón de Jesús. Hagan reparación y desagravio.
Quiero hijos míos enseñarlos a amar y corresponder a este Corazón, el Corazón de mi Hijo es el Corazón de Dios, el perfecto Corazón al cual debemos corresponder siempre y en todo momento.
Querido hijo, el Triunfo de mi Corazón es el triunfo de Dios, yo soy la humilde esclava del Señor y vivo por Él y para Él. Dios me ha confiado esta misión, el Triunfo de mi Corazón es el final total del mal, esta gran batalla ardua contra el mal vendrá a purificar a los hijos de Dios. Satanás y sus secuaces desaparecerán, serán aniquilados y el mal nunca más tendrá lugar.
Hijo, he aquí, que San Miguel y los Ángeles de la Esperanza bajarán en orden de batalla con todas las armas del Cielo y las que mi Corazón de Madre les ha conferido, todos llevando la Bandera de la Esperanza y mi Corazón Inmaculado reinante seguirá después de este séquito. Este séquito junto a toda la Milicia Celestial batallarán junto a Mi por Dios contra el mal.
Soy Madre y Reina, la Madre del Rey y mi razón de ser está en vivir al servicio de su Corona. Sean pues ustedes también siervos del Rey y alístense con las santas virtudes y con las gracias que solo son concedidas desde la oración.
Lleven el Santo Rosario empuñado en sus corazones y unidos como ejército fuerte, eleven las plegarias que componen esta corona de rosas y verán cómo el mal se debilita y se extingue.
Hijos, donen sus vidas a Dios y al bien de los hermanos, sean antorchas encendidas que a su paso enciendan la fe en los corazones fríos, hacer vida el Evangelio requiere humildad y docilidad, para que entiendan lo que les digo: les propongo la imagen del alfarero que con sus manos va modelando el barro, el barro obtendrá la forma que el alfarero quiera darle. ¿Acaso el barro le grita al alfarero la forma que quiere tener?, ¡No!, el barro pone todas sus bondades al servicio del buen alfarero para luego ser la hermosa pieza moldeada según la voluntad del buen artesano.
Les bendigo con mi bendición maternal, amorosa y protectora, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.